Temo por mi salud mental, te entrometes en mis ideas, alborotándoles como abeja reina en su propio panel, incluyendo mis sentimientos, y tu salteas todo, desde el comienzo al final, no dejas que el viento sople tu cabello que en un instante tus dedos se entrometen por encima de la naturaleza.
Una guitarra suena en el fondo de mi alma, una sinfonía delatora de mi turbulento cuerpo, sintonizando melancolías suaves que van bailando al compás de tus movimientos.
Fui capturado, nuevamente, por la misma red. Que débil es la carne humana, que fácil fue decir sí, aunque en mi mente sigue el no. Que potente el deseo, aunque cruzar rumbos complejos sean más que travesías, que aunque suplique la abstinencia de lo irreal, el sujeto malévolo eterno que hay en mí, se voltea a mi solemne realidad, el vacío de mi existencia.